Los cristianos de Laodicea se habían engañado a sí mismos, creyéndose ricos y autosuficientes cuando, en realidad, su ceguera espiritual les habían impedido ver su verdadera pobreza. Aunque habían “cerrado una puerta” entre ellos y Cristo, Él nunca los abandonó. ¿Se puede identificar con la idea de que existe un Salvador misericordioso que busca relacionarse con usted?
• Está a la puerta—Jesús toma la iniciativa. Él está listo y dispuesto a buscarnos, incluso si hemos levantado una barrera.
• Llama a la puerta—trata de captar nuestra atención por varios medios: circunstancias, necesidades, sufrimiento, pruebas, convicción de pecado, noches de insomnio, o su Palabra. Luego espera pacientemente que respondamos.
• Nos invita a abrir la puerta—aunque Cristo es omnipotente, nunca nos obliga a relacionarnos con Él. Nos permite elegir si deseamos responder o no.
• Entra por la puerta—si le abrimos la puerta de nuestro corazón, el Señor entrará en nuestras vidas. Por medio del Espíritu Santo morando en nosotros, participamos de la naturaleza divina de Cristo y somos transformados a su imagen.
• Cena con nosotros—ahora que ya nada se interpone entre nosotros y Cristo, podemos comenzar a disfrutar de todos los beneficios de relacionarnos con Él, y a ser alimentado por medio de su Palabra.
Los creyentes de Laodicea nos enseñan cuán miserables e infelices somos cuando tratamos de mantenernos alejados del Señor Jesucristo. Solo cuando le permitimos tener libre acceso a nuestras vidas, experimentamos el gozo de relacionarnos estrechamente con Él.
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