El apóstol Pablo luchaba con lo que él
llamaba «un aguijón en la carne» (2 Corintios 12:7). Pero descubrió que en su
debilidad, él experimentaba «el poder de Cristo» (v.9). Dijo: «Por eso me
complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y
en angustias por amor a Cristo» (v.10).
Todos
tenemos luchas. Éstas se pueden relacionar con la edad, las finanzas, las
relaciones o miles de otras dificultades. Pero si de verdad disponemos nuestro
corazón a confiar en Dios, y si permanecemos agradecidos incluso en medio de
nuestros problemas, es más probable que reconozcamos que «no tenemos nada de
qué quejarnos».
–Dave
Branon
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