Dentro de las culturas orientales, existe la firme convicción
de que la madre de todo éxito y triunfo es la paciencia y constancia. Y la
mejor prueba de ello es el cultivo de la planta más emblemática de oriente, el bambú.
Y es que hay algo muy curioso y poco conocido de lo
que sucede con el cultivo del bambú chino, y que lo transforma en algo no apto
para impacientes. Un viejo y sabio maestro oriental cuenta que al sembrar la
semilla del bambú, la abona, y se ocupa de regarla constantemente y… ¿Qué
sucede?, se pregunta
el sabio.
Y el mismo responde que no pasa nada con la semilla durante
los primeros cinco años, hasta tal punto, que un cultivador inexperto estaría
convencido de haber comprado semillas infértiles. Esta
especie de bambú existe en China y requiere mucha paciencia.
Al año de haber sembrado su semilla no existe ninguna
señal de germinación. Al segundo año, cuando estás listo para verlo brotar,
sigue sin asomar ni un solo tallito. Al tercer año, pasa lo mismo, y empiezas a
dudar del lugar de donde lo sembraste y de cómo lo plantaste. En el cuarto año,
las esperanzas están bastante perdidas, ya que todavía no hay ni rastro de
vida.
Entonces, en el quinto año, cuando has perdido toda
esperanza y te has olvidado completamente de él, de un día para otro, aparecen raíces,
tallos y ramas que salen como encanto. En un periodo de solo seis semanas la
planta de bambú crece y crece y puede llegar a crecer hasta ¡más
de 90 pies! ¡En tan solo unas cuantas semanas tienes un frondoso bambú lleno de
vida y esplendor con una altura que alcanza una casa de dos pisos!
¿Tardo solo seis semanas crecer?.... No!
La verdad es que necesito cinco años y seis semanas
para desarrollarse. Antes tuvo que generar un complejo y profundo sistema de raíces
que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de cinco
años.
Esta historia nos hace reflexionar y pensar en que
mucha gente de nuestro entorno, sobre todo por la forma que nuestra cultura nos
guio, caemos en el error cuando tratamos de alcanzar triunfos, y
apresuradamente queremos ver resultados, sin entender y sin pensar que el éxito
es el resultado de un proceso de crecimiento interno, y que este requiere
tiempo y quizás es la misma impaciencia la causa del fracaso, ya que muchos, al
aspirar ver resultados en corto plazo, abandonan su objetivo y tal vez justo
cuando ya estaban a punto de conquistar sus metas.
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